SALVADOR CALDERÓN Y ARANA - Sepultura

 

Salvador Calderón y Arana
Geólogo, Mineralogista, Botánico y Zoólogo

 Nadrid, 22 de Agosto de 1851  Madrid, 3 de julio de 1911

Separador decorativo

Cuartel 1 – Manzana x – Letra x  
#Necrológica 
Javier Jara





Científico krausista, pedagogo liberal y catedrático de la Universidad Central

Salvador Calderón y Arana fue una de las figuras más representativas de la ciencia liberal española del cambio de siglo. Nacido en el seno de una familia ilustrada —su padre fue abogado y periodista, y sus hermanos, Laureano (químico) -ver necrológica- y Alfredo (escritor republicano), también destacados krausistas—, Calderón llevó al campo científico la impronta ética, laica y regeneradora que caracterizó a toda su generación.

Estudió Ciencias Naturales en la Universidad Central de Madrid y se doctoró en 1872 con una tesis provocadora para su tiempo: ¿Es o no el hombre un animal?, reflejo de su adhesión al evolucionismo darwiniano y de su rechazo a los dogmas impuestos. En 1875, como catedrático en Las Palmas, se sumó a la protesta por la libertad de cátedra en la llamada “segunda cuestión universitaria” —Decreto Orovio—, lo que le llevó a renunciar a su plaza. Ese gesto marcó el inicio de su estrecha vinculación con la recién nacida Institución Libre de Enseñanza, de la que fue profesor fundador.

A lo largo de su vida, Calderón combinó la investigación geológica con la enseñanza activa y la divulgación. Desarrolló trabajos pioneros sobre rocas volcánicas, minerales salinos y fósiles ibéricos, contribuyendo a la consolidación de una geología científica en España. Fue autor de Los minerales de España (1910), primera síntesis sistemática del tema, y coautor del influyente manual Elementos de Historia Natural, junto a Bolívar y Quiroga, que fue reeditado hasta bien entrado el siglo XX.

En 1895 regresó a Madrid como catedrático de Mineralogía y Botánica de la Universidad Central, y más tarde dirigió la sección de Mineralogía del Museo de Ciencias Naturales. En paralelo, continuó su colaboración con la ILE, defendiendo una enseñanza basada en la observación, la experiencia directa y la libertad de conciencia. Fue formador de discípulos como Eduardo Hernández-Pacheco y un infatigable impulsor de la cultura científica en un país todavía dominado por el peso del dogma.

Murió el 3 de julio de 1911, tras una larga enfermedad gástrica que no mermó su energía intelectual. Su entierro en el Cementerio Civil de Madrid fue un acto de coherencia con su vida pública: un homenaje silencioso a su independencia de pensamiento y a su militancia en la educación laica. Aunque los registros de la época no detallan los nombres de los asistentes. Además de familiares, se sabe que entre ellos figuraron miembros de la Institución Libre de Enseñanza, compañeros de cátedra, discípulos y representantes del mundo académico que reconocían en él a uno de los grandes naturalistas del siglo.

Años más tarde, en 1932, su legado fue inmortalizado junto al de sus colegas Macpherson, Quiroga y Casiano de Prado en la Fuente de los Geólogos, inaugurada en la Sierra de Guadarrama por iniciativa del ya entonces catedrático Eduardo Hernández-Pacheco, su discípulo y continuador. Allí, bajo los pinares, una inscripción los recuerda como “sembradores de cultura y amor a la naturaleza”.

“La naturaleza no es una sucesión de hechos aislados, sino un todo armónico en perpetua transformación.”
Salvador Calderón y Arana



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