FRANCISCO QUIROGA Y RODRIGUEZ

D. Francisco Quiroga y Rodríguez
Dr. en Farmacia, Ciencias Físico Matemáticas y Ciencias Naturales
Profesor Auxiliar de Mineralogía.
Catedrático de Cristología de la Facultad de Ciencia de la Universidad Central.
Accionista y Docente en la Institución Libre Enseñanza
Explorador, Aventurero y Filántropo
★Aranjuez (Madrid), 4 de Junio de 1853
★Madrid, 31 de Mayo de 1894
Cuartel 1 - Manzana x

Sepultura de Francisco Quiroga y Rodríguez - Cementerio Civil de Madrid -

~ #necrológicasdelcivil ~
Por: Javier Jara 2024
"En memoria de un ilustre Catedrático, Sabio, Aventurero y Librepensador que dejó tras de sí un mundo enriquecido por su incansable contribución".
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...«Quiroga era de mediana estatura, de robusta constitución, musculatura de hierro, de ancho pecho, de salud inquebrantable y temperamento sanguíneo-nervioso, motivo por el que cualquier antropólogo le hubiera profetizado muy larga vida. De nada han servido para que parca la cruel le haya arrebatado la existencia. ¡Pobre Quiroga!.
A los cuarenta y un años de edad, gozando de la plenitud de su vida, con un talento singular, sobrenatural, claro, reputadísimo, viviendo con una esposa modelo de virtudes y de hermosura, y unos hijos como ángeles de aquel hogar cariñoso y puro, baja al sepulcro el 31 de mayo el infortunado sabio.
Sus ojos colocados bajo una frente espaciosa y blanca, eran dos centellas; vivos, relucientes, escudriñadores.
Como matemático era un prodigio; la astronomía era ciencia de las de su dominio; en geología era considerado como el primero de España y tal vez de Europa. ¡Cuán grande fue su lucha por meterse en las entrañas mismas de las ciencias!»...
Fragmento de la necrológica que le dedico Felipe Rizzo y Almela en La Ilustración Ibérica ~22/6/1894
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Retrato de Francisco Quiroga y Rodríguez 
Foto: Barbosa - Fuente: Biblioteca Virtual de la Real Academia Nacional de Farmacia

Quiroga vio la luz en la distinguida ciudad de Aranjuez, situada en la provincia de Madrid, un sábado 4 de junio de 1853, nacido bajo la égida de un respetable profesor de Veterinaria.

Impulsado por la ferviente pasión de ahondar en las ciencias que se entrelazan con el estudio de la naturaleza, Quiroga emprendió su viaje hacia la capital, donde logró conquistar las distinguidas borlas de doctor en Ciencias Naturales, Farmacia, y Física y Química. De esta manera, labró una cultura sólida y un arsenal inigualable, pilares esenciales para el análisis y la comprensión de los seres naturales a los cuales dedicó su existencia con devoción.

La instrucción científica de Quiroga experimentó un notable impulso con la llegada a Madrid del afamado geólogo José Macpherson a fines de 1874. Macpherson estableció su residencia en una distinguida casa que en la calle Exposición, al extremo de la Castellana. En este recinto se instaló un magnífico laboratorio especializado en microscopía y mineralogía, acompañado de una extensa biblioteca que albergaba las obras más vanguardistas de la época en dicha disciplina. Fue en este espacio donde Quiroga, junto a otros apasionados de la geología, encontró un santuario de conocimiento, sumergiéndose en la riqueza de recursos proporcionados por esta excepcional fuente de sabiduría.

Quiroga no fue político activo, sin embargo profesaba ideas republicanas. Como todos los naturalistas de la escuela nueva, era librepensador, su adhesión consta en todas las manifestaciones racionalistas que hizo a lo largo de su vida.

La impronta de Quiroga en la génesis de la Institución Libre de Enseñanza en 1876 fue excepcionalmente activa, destacando su participación como miembro de la Junta Facultativa. En este escenario pedagógico pionero, Quiroga no solo contribuyó a su establecimiento, sino que también encontró el terreno fértil para iniciar su carrera docente. Su compromiso con la libre enseñanza y su labor en esta institución marcaron el inicio de una valiosa contribución al ámbito educativo.  La Asociación para la Enseñanza de la Mujer, —primera escuela del feminismo español— que con tanta devoción y cariño crearon y presidieron de Castro y Ruiz de Quevedo, también contó con él entre sus distinguidos maestros. En este ámbito, al igual que en cualquier otro, desplegaba con notable sencillez el cuadro completo de la creación natural.

Ayudante primero por mérito opositivo en Mineralogía y Geología en el Museo de Ciencias en 1879, ascendió a la posición de auxiliar en la facultad correspondiente en 1882 y, finalmente, alcanzó la distinguida cátedra de Cristalografía en 1888, posición que desempeñó con dedicación hasta día de su muerte. Dotado con un peritaje excepcional en geología y una profunda comprensión de la mineralogía, estas disciplinas sirvieron como cimiento para su enfoque preeminente en la petrografía. Su investigación de las rocas, explorando sus estructuras microscópicas y clasificaciones, lo catapultó, sin lugar a dudas, como el preeminente experto de su era en España y uno de los más destacados en Europa.

Quiroga en el Corazón del Sahara:
 Ciencia y espíritu patriótico








La vida de Quiroga reveló un aspecto adicional de suma importancia. En aquellos días, el fervor patriótico, el desinterés y la activa participación de las Sociedades Geográficas lograron notables conquistas en el territorio africano, codiciado por las ansias de Europa. Entre estas gestas, destaca la que contó con la perspicaz intervención del sabio naturalista. 
Por iniciativa de La Sociedad de Geografía, el Ministerio de Fomento  aprobó una expedición de interés patriótico y científico al Sahara occidental. Con la valiente e inteligente colaboración del comandante Cervera, el cónsul Rizzo y el tirador indígena del Rif, Hach Abdel-Kader, llevaron a cabo en el año 1886, en pleno verano, un arriesgado viaje por la región occidental del desierto del Sahara. A pesar de las adversidades, con temperaturas infrahumanas, este periplo, fecundo en penalidades y peligros, generó grandes avances para la ciencia y proporcionó a España un extenso territorio que se extendía desde la Costa africana de Cabo Bojador hasta Cabo Blanco y el límite oriental de Adrar.

La firma de Quiroga quedó plasmada en los tres tratados suscritos en la región de Yyil. Estos acuerdos fueron fundamentales para que España consolidara su soberanía en aquel país, ampliando así su territorio nacional e incrementando su influencia en el deseado continente africano. Las Sociedades Geográficas rindieron merecidos honores a Quiroga y Cervera, al sabio y al capitán de esa arriesgada expedición, considerándolos héroes de una conquista no tan ostentosa como las guerreras, pero humana, menos costosa y repleta de peligros.

Curiosa en extremo es la relación del viaje hecho por el comandante Cervera, que refiere únicamente a las razones de su Winchester, pudieron evitar el ser asesinados al tercer día de la expedición, y como tuvieron que lucha no solo con el odio de los árabes, sino con las granujerías de un expresidiario francés y hasta algún español que les proporciono emboscadas y disgustos sin cuento. Recordaba entre aquellas jornadas la del 20 de junio, en que, siguiendo el mismo Trópico de Cáncer bajo los rayos verticales de un sol abrasador, soportaron temperaturas de 62º, mortales para los mismos árabes. «Con la lengua pegada al paladar, los labios secos y cortados, no se movían, con terrones de ácido cítrico nos refrescábamos la boca».

Este viaje a través de una de las regiones más calurosas del mundo dejó su impronta en la salud de Quiroga, quien sufrió no solo fiebres, sino también otras enfermedades característicamente asociadas a esos inhóspitos parajes.

Equipo expedicionario:
Sentados, Francisco Quiroga (con martillo de geólogo) y comandante Julio Cervera (sosteniendo un fusil);
de pie, el cónsul Felipe Rizzo (con salacot) y el tirador del RIF Hach Abd-er-Kader en 1886.
 ~La Ilustración Española y Americana~ 30/10/1886
Fuente: HDBNE
Ya establecido en Madrid tras su intrépido y arriesgado viaje, dedicó los últimos años de su existencia al ejercicio de su cátedra de cristología, a la impartición de enseñanzas en las nuevas escuelas y al cuidado de su familia.

Ocho años después, a la edad de 41 años, un jueves 31 de mayo de 1894, el ilustre sabio D. Francisco Quiroga y Rodríguez falleció a causa de unas fiebres tifoideas, posiblemente contraídas durante su travesía por el Sahara.

Su sepelio se llevó a cabo al día siguiente en el Cementerio Civil de la Necrópolis del Este de Madrid, en una sencilla sepultura de piedra, entre los ilustres Morayta y Calderón. Al acto fúnebre asistieron numerosas personas de diversas clases sociales, incluyendo compañeros de docencia y alumnos, políticos, representantes de la prensa y la ciudadanía en general, todos deseosos de rendir homenaje a tan distinguido y sabio hombre. La descomposición avanzada del cadáver requirió adelantar el entierro en dos horas.

Panorámica de la sepultura de Francisco Quiroga y Rodríguez. A la Dcha. Calderón y a la izq. Miguel Morayta. Cementerio Civil de Madrid.
¡Pobre Quiroga! ¡Pobre familia! No tuvo esta otra herencia que libros y papeles sin valor en la almoneda, un nombre honroso y el ejemplo de una vida de un sabio y un padre modelo.
¡Triste condición de los obreros de la Ciencia! que vivían con sueldo mezquino concedido casi a titulo de merced por un Estado que pagaba espléndidamente a obispos poseídos de brutal intransigencia que apenas sabían sermonear cuatro latinajos, en un medio donde se endiosaba y rodeaba de riquezas al clero y al torero.

Gran número de amigos y admiradores del Ilustre profesor, cuyo prematuro fallecimiento había dejado casi  la indigencia y el desamparo a su desdichada viuda y a cuatro hijos, acordaron iniciar una suscripción pública, destinada al alivio de tan inmenso infortunio. Y así se hizo, y todos los periódicos de gran o poca tirada, se hicieron eco de ello en sus páginas.

En la despedida de Francisco Quiroga, se apaga una luz que iluminó con sabiduría y dedicación. 
Que su legado perdure como guía para las mentes curiosas, y que su memoria nos inspire siempre a explorar los límites del conocimiento con valentía y pasión.
D.E.P.

Y nada más, lector amigo.

Fuentes consultadas:
HEMEROTECA DIGITAL BNE
La Justicia - 3/6/1894
La Ilustración Ibérica - 22/6/1894
La España Moderna - 6/1894
Las Dominicales del Libre Pensamiento - 8/6/1894
OTROS
Madrid Diario - 14/5/2018
Real Academia de la Historia

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