EDMUNDO LOZANO
D. Edmundo Lozano
~ Pedagogo ILE y Aventurero ~
★ León, 1856 ⁂ Madrid, 5 de Julio de 1919
D. ª Dolores Gómez García
~ Empresaria y Aventurera ~
⁂ Madrid, 14 de Febrero de 1927
Localización Sepultura:
cuartel 1, manzana 28, letra d
~NECROLÓGICAS DEL CIVIL~
Por: Javier Jara. 2023.
Detalle de la Sepultura de Edmundo Lozano y su esposa Dolores Gómez García.~Cementerio Civil de Madrid~ Fotorgafía: ©Javier Jara |
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~Edmundo Lozano~
Lozano fue una de las fuerzas que más contribuyeron a crear y reafirmar el espíritu científico y artístico de los alumnos de la Institución Libre Enseñanza (ILE). Además, fue un aventurero y explorador. «El español loco». De esta manera se referían a él los indígenas de Ciudad del cabo en sus escabrosos viajes por África Austral.
Lozano nació en León en el año 1856, y fue allí donde curso sus primeras enseñanzas. Pronto se manifestaron en él sus dos impulsos vocacionales; la Física y la Química, disciplinas en las que llegó a ser después una de las mayores autoridades de su tiempo en España, y la práctica del dibujo, en relación a los estudios de Historia del Arte.
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En el año 1879 fue llevado a la entonces joven Institución Libre de Enseñanza, por su fraternal amigo y paisano D. Germán Flórez Llamas. Desde aquel año hasta el 1890, figuró Lozano en el profesorado de la Institución.
~Los viajes de Lozano y Dolores~
En 1890, y poco después de contraer matrimonio con Dolores Gómez García, la que fue su inseparable compañera y socia en todas sus empresas y vicisitudes, y constituyó para él la única preocupación familiar en el resto de su vida, recibió proposiciones para dirigir un laboratorio de análisis en una sociedad minera del Transvaal —África Austral—. El espíritu aventurero de Lozano y Dolores surgió entonces con todo vigor, y al África del Sur se encaminó la nueva pareja, en largo y accidentado viaje, que abarcó todos los medios posibles de locomoción de la época.De aquellas andanzas, podría haberse escrito una increíble novela de aventuras y, dígase de paso, desventuras.
Llevaba Lozano una temporada en su empleo cuando se enteró de que había una vacante de ingeniero y arquitecto municipal en Ciudad del Cabo, dotada espléndidamente. Al concurso acudió, y fue nombrado para el cargo frente a numerosos contrincantes, hemos de recordar que no poseía ningún título facultativo, como he mencionado antes.
De su labor en esa capital del África del Sur dan fe no pocas construcciones y obras diversas. La más atrevida fue un depósito para mercancías, construido sobre pilotes de cemento, en medio de la bahía. Para que se juzgue lo arriesgado de de la construcción, baste señalar estos dos hechos: los naturales del país le llamaban «la obra del español loco», y, entre la población inglesa, era creencia muy extendida la que el mar se la llevaría en poco tiempo. La última reseña que se tiene de ella fue veinte años después y seguía firme y resistiendo la embestida de las olas.
Los primero chispazos de la dolencia que, muchos años más tarde, había de llevárselo, les hicieron cambiar de aires al matrimonio a un clima seco, por consejo del médico, y en busca de ese lugar más apropiado para su salud, se dirigieron a Rhodesia, donde conocieron a otro español, con el cual formaron sociedad para la explotación de un lavadero de mineral de oro. El negocio marchaba bien; pero la malvada ambición del socio, que quería alzarse como único propietario, le obligó a alejarse de tan peligrosa compañía, que, hasta dos veces, quiso asesinar a nuestro amigo, librándose este por los pelos.
En estos años, nuestros amigos, estuvieron muy cerca de ser devorados por las fieras, mordidos por serpientes de cascabel o víctimas de las horribles contiendas que los trabajadores negros protagonizaban.
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